La secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, afirmó que el cambio de gobierno en Estados Unidos desaceleró los tiempos para negociar las importaciones de productos entre ambas naciones, lo cual no tiene plazo ni se trata en paquetes, sino que se trata de una partida de ajedrez entre las dos delegaciones.
Cuatro años más tarde, de nuevo, el gobierno de México comete errores con un nuevo presidente estadounidense. Tal vez, asumen el presidente López Obrador y el secretario Marcelo Ebrard que, debido a la pandemia y la crisis económica, seria más fácil negociar con el presidente Biden y su equipo.
De hecho, está siendo mucho más complejo y difícil la forma de negociar con la nueva administración. Y sí, habrá diferencias entre el tono y el estilo de negociar del presidente Biden. Probablemente el nuevo presidente no emitirá amenazas por Twitter, y seguramente no usará comentarios racistas en contra de México. Biden será públicamente un estadista, y la comunicación pública de él y su equipo será respetuosa, hasta amigable.
Pero, una importante regla de los negociadores que conocen al gobierno de Estados Unidos es: lo amable no quita lo valiente.
Podrán pasar algunos meses, pero Andrés Manuel López Obrador no podrá ignorar el resto del sexenio a Biden y los temas bilaterales urgentes, argumentando soberanía y evocando a Benito Juárez.
Veamos algunas de las características adicionales del estilo y estrategia de negociación del gobierno del presidente Biden.
Se acabaron las ocurrencias. Una de las características del cuatrienio de Trump fue la cantidad de ocurrencias y comentarios que hacía a diario el presidente de Estados Unidos. Este estilo de comunicación, además de crear confusión, obviamente demeritaba la importancia de las declaraciones del gobierno de Estado Unidos. Con el tiempo, gobernantes alrededor del mundo entendieron que no importaba lo que dijera Trump, podía cambiar de opinión de un día para otro. Esto debilitaba a los negociadores de Trump, incluyendo su yerno. Biden y su equipo no negociarán mediante Twitter, y no propondrán ocurrencias.
El presidente Andrés Manuel López Obrador tampoco podrá usar ocurrencias en las mañaneras como mecanismo de negociación. Y aunque Trump era dado a las bravuconerías, y después alagaba al presidente de México, esto no sucederá con el nuevo presidente de Estados Unidos.
Negociadores con experiencia. Un aspecto importante de la nueva administración es que todos los nombramientos, especialmente de aquellos funcionarios que tendrán la responsabilidad de la relación bilateral con México y Latinoamérica, son funcionarios que tienen años de experiencia en la región, y como negociadores. El gobierno de México tiene que preguntarse si tiene la misma profundidad y capacidad de negociadores. Y las negociaciones serán más institucionales, con ejército de expertos y de negociadores coordinando una estrategia y una respuesta.
Biden y los legisladores. Los demócratas controlan la presidencia, el Congreso y el Senado. Esto le da al presidente de Estados Unidos un poder político para implementar su visión, pero al mismo tiempo el Partido Demócrata impondrá su visión sobre la relación bilateral. Ignorar este hecho y no tener acercamiento con legisladores estadounidenses sería catastrófico para México. El gobierno de México tendrá que negociar no solo con la presidencia, sino con los legisladores.
Poca flexibilidad. El presidente Biden y su equipo continuarán teniendo prioridades similares que otros presidentes (con la excepción de Trump): seguridad fronteriza, control del flujo migratorio y mitigar el impacto del crimen organizado, especialmente el tráfico de fentanilo. Legisladores demócratas y republicanos, reaccionando a las presiones de sus electores, presionaran por el cumplimiento del acuerdo del TMEC. Los negociadores de Biden seguramente no saldrán a mitigar o mediar las presiones legislativas y apoyar a México.
¿USA al rescate? El desdén de López Obrador hacia Biden y su nuevo gobierno podría tener costos para el país si México entra en una espiral de una profunda crisis económica o ingobernabilidad por la seguridad. En su momento el presidente Bill Clinton, a pesar de que ponían en riesgo su reelección, inyectó miles de millones de dólares a las arcas del gobierno de México ante la crisis financiera que enfrentaba el país.