La logística internacional, en su esencia más pura, es un soporte fascinante y polifacético que actúa como el sistema indispensable del comercio exterior. Desde las antiguas rutas de la seda hasta las modernas autopistas digitales, la logística ha sido y continúa siendo la viga maestra para la interconexión de mercados, naciones y civilizaciones. Como bien señala Zygmunt Bauman en su concepto de la «modernidad líquida», vivimos en una era en la que la fluidez y la movilidad de bienes y servicios determinan el pulso de nuestras economías y sociedades.
No obstante, en el caso de México, este sofisticado eje enfrenta retos estructurales y coyunturales que comprometen su pleno potencial. La disrupción provocada por la pandemia del COVID-19 no solo expuso las vulnerabilidades inherentes a las cadenas de suministro globalizadas, en conjunto, puso de manifiesto la urgente necesidad de diversificar rutas, modernizar infraestructuras y optimizar procesos logísticos. La situación se agravó por fenómenos como el aumento desmesurado de los costos de flete marítimo, los conflictos bélicos en Europa del Este y los problemas de abastecimiento de agua en el estratégico Canal de Panamá, cuyos ecos reverberan aún en los flujos comerciales internacionales.
El horizonte de la normalización logística en México, proyectado hacia 2025, demanda no solo paciencia, sino una planificación robusta sustentada en inversiones inteligentes y en el fortalecimiento de alianzas comerciales como las derivadas del T-MEC. Esta tesitura, paradójicamente, también abre una ventana de oportunidad sin precedentes. La tendencia global hacia la relocalización de plantas manufactureras —el llamado nearshoring— coloca a México en una posición privilegiada como plataforma de producción para el mercado norteamericano. Aquí, la visión empresarial y pragmática que se le atribuye a Donald Trump podría jugar un rol decisivo para la consolidación de un bloque económico robusto.
De igual forma, el desarrollo de los nodos logísticos nacionales, como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y los modernizados aeropuertos de Ciudad de México y Guadalajara, promete transformar a México en un epicentro de la logística aérea latinoamericana. Estos esfuerzos, sin embargo, deben estar acompañados de una integración tecnológica de vanguardia, la ampliación de capacidades portuarias y terrestres, y una voluntad política inequívoca para atender los rezagos históricos en infraestructura.
En palabras de Fernand Braudel, “la economía es el resultado de una historia larga, de un destino hecho de lentas acumulaciones”. Así, el ascenso de México en esta nueva era logística dependerá de su habilidad para leer las señales del mercado mundial y convertirlas en acciones que trasciendan lo inmediato.