Sin lugar a dudas, estamos ante un cambio trascendental del comercio exterior. El crecimiento de China, la segunda economía más grande del mundo, que fabrica el 30% de toda la producción manufacturera, está apostando por una etapa de expansión. Abriendo fábricas en todo el mundo, quiere llegar a todos sus rincones, principalmente en temas de la industria vinculada a la transición energética, y así relanzar su economía, que vive una crisis interna derivada de su bajo consumo al interior y su industria inmobiliaria, sumándole el alza de aranceles que le ha interpuesto Occidente.
Aunado a lo anterior, tenemos a la Unión Europea, con países como Alemania, la tercera economía del mundo, que resurgió después de la Segunda Guerra Mundial. Alemania, líder de la industria automotriz, quien tras décadas de ser uno de los principales exportadores de automóviles, ha anunciado que una planta de Volkswagen cerrará después de 87 años de existencia.
¿Y dónde queda nuestro país ante este panorama? México dejó de invertir en su crecimiento industrial y se volvió dependiente de la proveeduría, en su mayoría originaria de Asia. La industria deberá invertir en talento humano, nuevas tecnologías, maquinaria y equipo. Por su parte, el gobierno, si la proveeduría nacional es escasa o no existe, debe sumar por medio de programas de fomento para elevar su competitividad y crecimiento en el mercado mundial.
México ocupa el 13.º lugar en materia de intercambio comercial con el mundo (fuente: OMC) y, de enero a marzo del 2024, tuvo un intercambio comercial con los Estados Unidos de Norteamérica de $200,014 millones de dólares (fuente: Secretaría de Economía). El cambio es ahora y depende de todos nosotros, los actores del comercio exterior, concretarlo.