La relación comercial entre México y Estados Unidos se encuentra nuevamente en un punto álgido tras la decisión unilateral del gobierno estadounidense de imponer un arancel del 25% a las exportaciones mexicanas. Los discursos de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, evidencian dos perspectivas antagónicas sobre este conflicto, cada una con su propia lógica y objetivos.
El Discurso de Claudia Sheinbaum: Defensa de la Soberanía y Diplomacia
La presidenta Sheinbaum enmarca su postura en la legalidad, el respeto y la cooperación. Su discurso enfatiza tres puntos clave:
- Injusticia de la medida: Destaca que la decisión de Washington se toma a pesar de los acuerdos comerciales existentes y de los esfuerzos de México en materia de seguridad y cooperación bilateral. Al señalar que la imposición arancelaria es unilateral y arbitraria, busca demostrar que su gobierno ha actuado de buena fe y que Estados Unidos no ha correspondido de la misma manera.
- Respuesta moderada pero firme: Aunque rechaza una escalada comercial, la mandataria anuncia medidas arancelarias y no arancelarias en respuesta. Este punto equilibra la necesidad de mantener la estabilidad económica con la exigencia de respeto por parte de Estados Unidos.
- Respaldo a la integración económica regional: Sheinbaum subraya que la mejor estrategia para ambas naciones sería una mayor integración económica en lugar de la confrontación. Además, deja abierta la posibilidad de buscar aliados comerciales fuera del tratado con EE.UU. y Canadá, reforzando la imagen de un México resiliente y con alternativas.
En términos retóricos, su discurso apela a la unidad nacional y a la resistencia del pueblo mexicano, proyectando una imagen de liderazgo firme, pero pragmático.
El Discurso de Donald Trump: Nacionalismo Económico y Presión
El presidente Trump, en cambio, adopta un tono confrontativo y de supremacía económica. Sus principales argumentos son:
- Reciprocidad arancelaria como eje de su política comercial: Justifica la imposición de aranceles como una medida para corregir lo que considera un trato injusto hacia Estados Unidos por parte de sus socios comerciales. La premisa es simple: si otros países cobran aranceles elevados a EE.UU., este debe responder con la misma moneda.
- Incentivo a la producción doméstica: Trump vincula directamente los aranceles con la reindustrialización estadounidense. Su mensaje a los empresarios es claro: fabricar fuera de EE.UU. tendrá un costo elevado. Esto refuerza su narrativa de “Estados Unidos primero”.
- Presión política sobre México y Canadá: Al incluir el tema del tráfico de fentanilo y drogas en su argumentación, introduce un elemento que desdibuja los límites entre comercio y seguridad. La estrategia es ejercer presión sobre México para que endurezca su postura en la lucha contra el crimen organizado, bajo la amenaza de sanciones económicas.
Su discurso apela a la identidad nacionalista estadounidense y refuerza la idea de que su administración es la única capaz de recuperar la “grandeza económica” de EE.UU.
¿Choque de posturas o posibilidad de negociación?
Ambos discursos revelan la magnitud del conflicto: por un lado, México intenta sostener una relación comercial basada en la cooperación y el respeto a los acuerdos internacionales; por otro, Estados Unidos impone su visión de política comercial con base en la presión y el proteccionismo. La clave estará en si existe margen para la negociación o si este episodio marcará el inicio de una guerra comercial con repercusiones en toda la región.