“El crecimiento en México está proyectado para ser moderadamente alto en el 2019 y el 2020, de 2.6 por ciento”. BANCO MUNDIAL
Según las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) para 2017, de los 10 países con mayor inflación en el mundo, ocho son africanos y dos son de América Latina. Estos últimos son Venezuela (liderando el ranking mundial con 1,133%) y Argentina con 22%.
En las economías avanzadas, las metas que se fijan los bancos centrales son habitualmente entre 1% y 3%. En las economías emergentes la inflación tiende a ser un poco más alta, pero inferior a 10%.
En México se supone que 2017 terminaría con una inflación en descenso; a inicios del año pasado, la encuesta de los grupos de análisis que realiza el Banco de México y que publica el primer día de cada mes, mostraba que, en promedio, se proyectaba que el año terminaría con un Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) de 5.25%; sin embargo, se reportó 6.77%, muy por encima de lo estimado por todos.
¿Qué es la inflación?
La inflación es el aumento generalizado y sostenido del nivel de precios existentes en el mercado durante un período de tiempo, frecuentemente un año. Cuando el nivel general de precios sube, con cada unidad de moneda se adquieren menos bienes y servicios. Es decir, que la inflación refleja la disminución del poder adquisitivo de la moneda. Una medida frecuente de la inflación es el índice de precios, que corresponde al porcentaje analizado de la variación general de precios en el tiempo (el más común es el INPC).
Clasificación de la inflación según la magnitud.
Inflación moderada: Se refiere al incremento de forma lenta de los precios.
Inflación galopante: Sucede cuando los precios incrementan las tasas de dos o tres dígitos de 30, 120 o 240% en un plazo promedio de un año.
Hiperinflación: Es una inflación anormal en la cual el índice de precios aumenta en un 50% mensual, esto es, una inflación anualizada de casi 13,000%.
El control de la inflación es el principal objetivo de muchas autoridades monetarias del mundo. En este sentido se cuenta y usan varias estrategias y herramientas, como son: Política monetaria, Patrón oro, Tipo de cambio fijo, Control de precios y salarios y Asignación del costo de la vida.
¿Cómo se calcula la inflación?
Todos los meses, las oficinas de estadísticas gubernamentales recopilan los precios de más de 100.000 bienes y servicios de varias empresas minoristas (incluyendo sitios web). Los precios se actualizan cada mes, y las oficinas visitan siempre las mismas tiendas para asegurarse de monitorear los mismos productos a lo largo del tiempo.
Después, toda esta información se combina teniendo en cuenta los datos sobre consumo promedio por hogar para crear un índice de precios general. Al momento del cálculo, se pondera la importancia de cada elemento según lo que gasta en promedio cada persona.
La fotografía de la inflación al cierre de 2017 no es fea, es terrible. Es de preocupación ver como uno de los indicadores que había logrado más estabilidad se descompone hasta el nivel de 6.77% al cierre de diciembre pasado.
El impacto de estos incrementos afectó a casi 9 millones de familias, es decir, uno de cada cuatro hogares del país (27%) que registran ingresos de hasta tres salarios mínimos.
A consecuencia de estos incrementos, el índice de precios de la canasta básica, que comprende una serie de bienes y servicios mínimos necesarios y que consumen familias de bajos recursos, reportó una alza anual de 9.61% en 2017, la tasa más alta en 17 años, desde abril del 2000 cuando se ubicó en 9.74%.
El deterioro del valor de la moneda es perjudicial para aquellas personas que cobran un salario fijo, como los obreros y pensionados. Esa situación se denomina pérdida de poder adquisitivo para los grupos sociales mencionados. A diferencia de otros con ingresos móviles, estos ven cómo se va reduciendo su ingreso real mes a mes, al comparar lo que podían adquirir con lo que pueden comprar tiempo después.
La inflación se comió gran parte de los incrementos salariales que se otorgaron a los largo de 2017. Se requieren incrementos para reponer la capacidad adquisitiva perdida o erosionada por la inflación. Subir los sueldos es justo, es deseable y es moralmente correcto, el problema es que la economía no ofrece las condiciones para alzas de sueldos.
La mejor recomendación para las empresas es acordar con las representaciones sindicales salarios ligados a la productividad.
La inflación debe ser vista como un impuesto que se le cobra a los más pobres y que deteriora su capacidad de conseguir satisfactores económicos. Hay una relación directa entre mayor inflación y el crecimiento de gente que cae en la pobreza.
En 2017 se alcanzó la tasa de inflación más alta de los últimos 16 años. El incremento mensual de 0.59% en diciembre pasado implica una tasa anual para la inflación general de 6.77%. La inflación subyacente (el elemento más estable del INPC) cerró el año pasado con una tasa anual de 4.87%; en tanto que la inflación no subyacente (el elemento más volátil del INPC) mostró un incremento anual mucho más acentuado de 12.62%, promovido principalmente por el incremento en los precios de los energéticos y de los bienes agropecuarios.
No obstante, la perspectiva para este año es más favorable. Si consideramos las estimaciones que los analistas financieros señalan en la más reciente encuesta CitiBanamex de expectativas, vemos que el consenso del pronóstico de inflación para finales de este año apunta una importante baja de la inflación anual hasta 4.08%, es decir, un importante ajuste a la baja de 2.69 puntos porcentuales respecto al cierre de 2017.
Tomando en cuenta que el tipo de cambio responde más a la incertidumbre, en 2018 nos espera un año muy retador en materia peso-dólar, dado que hay tres factores de incertidumbre ampliamente señalados y que en orden de importancia son: La elección presidencial, el resultado de la renegociación del TLCAN, y en tercero, los efectos que pueda tener la reforma fiscal de Estados Unidos en nuestro país.
De la renegociación del TLCAN dependerá uno de los principales factores de certeza o incertidumbre de la economía mexicana, y claro, también de la inflación, tipo de cambio y tasa de interés.
Si el acuerdo comercial llega a buen puerto, y de verdad Donald Trump, como le dijo a The Wall Street Journal, negocia el TLCAN sin quererlo echar para abajo, entonces el peso mexicano se apreciará, la economía mexicana dejará de cargar con su principal riesgo sistémico y la inflación podrá bajar sin problemas.
“En esta nueva civilización se necesita gente más preparada, más educada, con más ingresos y sobre todo con empleo. El empleo es una necesidad emocional”.
Carlos Slim Helú, presidente vitalicio de Grupo Carso.